viernes, 19 de junio de 2009

LA SOBERANÍA DE LA INTELIGENCIA


Nuestro amigo Arturo Gómez del blog AMAUTACUNA nos presenta este interesante debate político de mediados del siglo XIX, en este caso la postura conservadora o autoritaria, importante para el debate que reproduciremos en clase con los muchachos de tercer año.

Bartolomé Herrera (1808-1864) llegó a ser ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Rufino Echenique.

El sacerdote Bartolomé Herrera inició el llamado "Tercer debate doctrinario" de nuestra vida republicana, el que enfrentó a los conservadores contra los liberales. Los primeros sostenían la tesis de la "Soberanía de la Inteligencia"; los otros, la "Soberanía Popular".

Todo comenzó con el famoso sermón del 28 de julio de 1846, en la Catedral de Lima, cuando se celebraba el 25 aniversario de la Proclamación de la Independencia. Ante la sorpresa de casi todos los asistentes el eclesiástico lanzó elogios a España y criticó que la emancipación haya propagado "principios falsos, impíos y antisociales". Se refería a la idea de igualdad social y la tesis de la "Soberanía Popular". Además, expresó contundente: "Hay quienes están destinados a mandar; otros a obedecer".

Desde luego que la respuesta de los liberales no se hizo esperar. El primero en salir al frente fue el periodista Banito Laso, quien en los años de la independencia había firmado sus escritos como "Robespierre Peruano". Sus argumentos serán motivo de un próximo artículo; por ahora voy a citar uno de los escritos de Herrera defendiendo su posición desde el diario El Comercio:

"Para que no se crea que temo decir la verdad cuando de algún modo puede influir en el orden público, responderé ingenuamente que el pueblo, esto es la suma de los individuos de toda edad y condición, no tiene la capacidad ni el derecho de hacer las leyes. Las leyes son principios eternos que no pueden percibirse con claridad sino por los entendimientos habituados a vencer las dificultades del trabajo mental y ejércitados en la indagación científica. ¿La mayoría de un pueblo se halla en estado de emprender la difícil tarea indispensable de descubrir estos principios? No: no tiene tal capacidad. Y quien no tiene la capacidad de hacer algo, no se puede decir, sin caer en un absurdo, que tiene derecho de hacerlo. El derecho de dictar las leyes pertenece a los más inteligentes, a la aristocracia del saber ...".

En 1849, Bartolomé Herrera llegó a ser diputado y presidente de su cámara, y desde ese cargo se opuso rotundamente a otorgar el derecho de sufragio a los indígenas analfabetos, llegando a decir que darles participación política era "la verdadera obra maldita de degradación y de repugnante envilecimiento". Sin embargo, también debemos recordar que este paladín del conservadurismo decimonónico clamó para que se invierta "una buena porción de la renta pública en escuelas", ya que solo educando al indio se mejoraría su condición, y esto contribuiría al progreso de toda la nación.

Este sábado veremos la respuesta de los liberales, con toda la "artillería" de Benito Laso y Pedro Gálvez Egúsquiza.

Fuentes:
- BASADRE, Jorge, Historia de la República del Perú, tomo 3.
- CONTRERAS, Carlos y Marcos Cueto, Historia del Perú Contemporáneo.

BARTOLOMÉ HERRERA Y LA SOBERANÍA DE LA INTELIGENCIA (PARTE I)


Bartolomé herrera nació en Lima y quedó huérfano a la edad de cinco años. Luego de estudiar en el convictorio de san Carlos, se ordenó de sacerdote. Son celebres su “oración fúnebre” en las exequias del presidente Gamarra, en enero de 1842 y su sermón del 28 de julio de 1846 en la catedral de Lima por el veinticinco aniversario de la independencia. Es tenido como el principal ideólogo del conservadurismo peruano después de la independencia. El texto que sigue tomado de “Anotaciones de Herrera al Derecho Público interno y externo de silvestre Pinheiro” que Bartolomé Herrera tradujo especialmente para los alumnos del Cpolegio de San Carlos . Lima: 1848. Tomado de B.H. Escritos y Discursos. Lima: 1929 T.II; pp. 26-27.

¿Qué persona tiene derecho a gobernar? Tienen ese derecho y es legítimo soberano el que gobierna habitualmente conforme a los principios reconocidos de justicia, que nacen del destino común de las sociedades y del particular de la nación. Es el único que está en posesión de los medios necesarios para hacer cumplir a la sociedad las leyes naturales, y las hace cumplir: luego tiene el derecho se hacerlas cumplir –el derecho de mandar- la soberanía; pues donde quiera que vemos una facultad y un designio racional vemos derecho.

Interpretación:
Cuando Bartolomé Herrera nos dice: “es legítimo soberano el que gobierna habitualmente conforme a los principios reconocidos de justicia”, se refiere a que la ciudadanía responde a un orden natural, tradicional de las sociedades. Es decir, aquellos que reúnen cualidades especiales para ejercerla; están predestinados por el origen familiar del cual provengan y el acceso a conocimientos imprescindibles para ejercer el derecho de ciudadanía.
Precisamente esa predestinación familiar te brinda lo que él llama “posesión de los medios necesarios“. Concibiendo la ciudadanía como derecho exclusivo de participar en la configuración de la república.
Cuando dice: “pues donde quiera que vemos una facultad y un designio racional”; “facultad” son las condiciones especiales brindadas por la educación, “designio racional” refiere al derecho brindado por la capacidad adquirida a través de la educación.

¿A quien se debe declarar legítimo soberano? Esta es la verdadera e importante cuestión. No pueden ser todos; porque si todos mandan ya no hay quien obedezca; y basta esta sola reflexión para apartar la vista de tan chocante absurdo. Aunque repugne a las preocupaciones, difundidas por los exagerados escritores del último siglo, es indudable que unos hombres han nacido para mandar y otros para obedecer. Si solo para la función de un juez, para un juicio que no es más la averiguación de un hecho y la percepción de su relación con la ley, se requiere tanta superioridad mental, ¿Cuántas dotes no serán precisas para todas las funciones del mando? Los que las posean, los que a una razón elevada, firme y de vastas miras reúnan uno de estos enérgicos corazones que arden de amor a la patria y a lo justo, están destinados a mandar, tienen derecho a la soberanía.